Saco estos pensamientos
del evangelio de esta semana. En la Santa Misa, leyendo el evangelio, esta
mañana me puse a considerar un momento estas palabras: El reino de Dios es
semejante a un negociante que va en busca de perlas preciosas y, habiendo
encontrado una, va, vende todo lo que tiene para comprarla. ¿Cuál es esta perla
preciosa? Esta perla tiene muchos significados. Puede entenderse, en general de
las virtudes. Pues ¿qué perla más preciosa se puede poseer jamás? En
particular, muchos por esta perla preciosa entienden la fe, pues cuando uno la
ha encontrado, es afortunado, ya que con ella puede poseer el reino de Dios.
Para vosotros es perla preciosa la instrucción que habéis recibido en gran
abundancia y podéis aún recibir, sea instrucción literaria, sea religiosa. Y no
a todos es dado adquirir tantos conocimientos, que os pueden servir de gran
utilidad para toda la vida.
Sin
embargo, hablando con jóvenes, no encuentro otra perla que puedan buscar más
preciosa que el conocer la propia vocación, máxime si son llamados al altar.
Sí,
la vocación al estado eclesiástico y religioso es perla tan preciosa que me
parece que no se puede encontrar otra que se pueda comparar con ella. Tened en
cuenta, sin embargo, que cuando se procura buscar una perla y retenerla, no se
quiere decir que se desprecien las otras, no; digo que ésta es tan preciosa que
nosotros debemos buscarla con gran solicitud, porque si se posee ésa, se
poseerán otra muchas juntamente; no puede estar sola, sino que ella trae tras
de sí muchas virtudes, de forma que se puede decir exactamente de ella lo que
se lee en la Sagrada Escritura: Vinieron a mí todas las cosas buenas junto con
ella.
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