El 2 de octubre, la Madre anunció a Ana de San Bartolomé que se iba a morir pronto, y pidió el Viático. El Vicario provincial, Antonio de Jesús, la confesó de rodillas junto a su lecho. Luego le rogó: “Madre, pida al Señor que no nos la lleve ahora, ni nos deje tan presto”. Ella murmuró: “¡Calla, Padre! ¿Y tú has de decir eso? Ya no soy menester en este mundo”.
Su obra estaba realizada y ahora se dejaba anonadar por el amor de Dios y el anhelo de ir a su encuentro.
Sus últimas recomendaciones a sus hijas fueron breves:
“Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios les pido tengan gran cuenta con la guarda de la Regla y las Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas; así miren el mal ejemplo que esta mala monja les dio y ha dado, y perdónenme”.
Se compediaban así, en sus palabras, sus virtudes preferidas: el amor, la humildad, la obediencia, el trabajo….
Luego repitió varias veces con clara solemnidad: “¡Señor, muero hija de la Iglesia!”
Su obra estaba realizada y ahora se dejaba anonadar por el amor de Dios y el anhelo de ir a su encuentro.
Sus últimas recomendaciones a sus hijas fueron breves:
“Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios les pido tengan gran cuenta con la guarda de la Regla y las Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas; así miren el mal ejemplo que esta mala monja les dio y ha dado, y perdónenme”.
Se compediaban así, en sus palabras, sus virtudes preferidas: el amor, la humildad, la obediencia, el trabajo….
Luego repitió varias veces con clara solemnidad: “¡Señor, muero hija de la Iglesia!”
(La vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario