¡Amadísimo Jesús mío! Demasiado habéis sufrido para manifestar vuestro amor y cautivar mi afecto con vuestra bondad; por esto os haría gravísima injusticia si os amase con tibieza, o si dividiese mi amor entre Vos y mis criaturas.
La prueba más patente del amor que nos tiene Jesucristo es presentarse a nuestra vida cubierto de llagas, crucificado y muerto por nosotros. San Buenaventura dijo que Jesús en su Pasión nos dio a entender su amor incomparable, llevado hasta los últimos límites. Cuando el Redentor quiso morir por nuestra salvación se puso de manifiesto hasta donde llegaba el amor que un Dios tenía a sus criaturas.
¡Oh Dios enamorado del hombre!, ahora comprendo cómo todas vuestras llagas están pregonando el amor que me tenéis; ¿Quién podrá resistir a tantas pruebas de vuestro amor y negaros el suyo?
(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)
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