Cierto que Jesucristo podía salvarnos sin padecer y llevando en la tierra vida cómoda y regalada; pero no quiso. Renunció las riquezas, los placeres y las honras mundanas, y se escogió vida pobre, que acabó con muerte cargada de afrentas y de dolores. ¿Por qué padecer tantos trabajos y muerte tan cruel?
Responde San Juan Crisóstomo: “Lo que bastaba para la redención, no bastaba para manifestarnos su amor”. Una simple plegaria de Cristo era harto suficiente para redimirnos, pero no lo era para declararnos el amor que nos tenía.
“Quiso padecer mucho, dice S. Bernardo, a fin de recabar del hombre que le amase con todo su corazón”.
(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)
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