Yo sé que en sus comunidades jamás se murmura, jamás, jamás… Un modo de alejarse de los hermanos y de las hermanas de la comunidad es propio este: el terrorismo de los chismorreos. Escuchad bien: no al chismorreo, al terrorismo de los chismorreos, porque quien habla mal es un terrorista. Es un terrorista dentro la propia comunidad, porque lanza como una bomba la palabra contra este, contra aquel, y luego se va tranquilo. ¡Destruye! Quien hace esto destruye como una bomba y él se aleja. Esto, el apóstol Santiago decía que era la virtud quizás más difícil, la virtud humana y espiritual más difícil de tener, aquella de dominar la lengua. Si te entras ganas de decir algo contra un hermano o una hermana, lanzar una bomba de chismorreos, ¡muérdete la lengua! ¡Fuerte! Terrorismo en las comunidades, ¡no! «Pero, Padre, si hay algo, un defecto, algo que corregir — Tú se lo dices a la persona: tú tienes esta actitud que me fastidia o que no está bien. O si no es conveniente —porque a veces no es prudente— tú se lo dices a la persona que lo puede remediar, que puede resolver el problema y a ningún otro. ¿Entendido? Los chismorreos no sirven. «Pero, ¿en el capítulo?». ¡Ahí sí! En público todo lo que sientes que debes decir, porque existe la tentación de no decir las cosas en el capítulo y luego afuera: «¿Has visto a la superiora? ¿Has visto a la abadesa? ¿Has visto al superior?...». Pero, ¿por qué no lo has dicho, ahí, en el capítulo?... ¿Es claro esto?
(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)
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