viernes, 13 de noviembre de 2015

Remedio para la impaciencia. P. Segundo Llorente (XIII)

¡Qué bonito regentar una parroquia que comprende doce calles y administrar los sacramentos siempre a cien pasos del despacho de la casa rectoral! Se me antojó esto sumamente bonito mientras íbamos a bordo de una barcaza y las olas nos traían al retortero.

¡Ay, Señor, que descanso será el cielo siempre con Vos! Sin empujones, sin oleajes, sin mareos, sin más cuidados ya que alabaros eternamente en compañía de los ángeles y de los santos! ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?
Pero luego, en el cielo, si pudiera uno sufrir, sufriría por no haber sufrido aquí más por Cristo.

Y así navegamos por estos ríos y mares y lagos alaskanos. Cada queja se lleva siempre el frenazo de la consideración espiritual como caballo indómito que se le mete en vereda a frenazos si no quiere meterse de grado. A la mirada fría y calculadora, egoísta, pueril y mundana, se le opone la mirada de la eternidad.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


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