lunes, 30 de noviembre de 2015

Toda la riqueza del mundo


“No me parecía sino que poseía toda la riqueza del mundo 
en determinándome a vivir de por amor de Dios”

(Santa Teresa de Jesús)


domingo, 29 de noviembre de 2015

Ser consagrado es hermoso. Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (XI)

«Ser sacerdotes es hermoso». Sí, es hermoso ser sacerdote, y también ser consagrado. Me dirijo primero a los sacerdotes y después a los consagrados.

Comparto con vosotros la sorpresa siempre nueva de ser llamado por el Señor a seguirlo, a estar con Él, a ir hacia la gente llevando su Palabra, su perdón... En verdad es algo grande lo que nos ha pasado, una gracia del Señor que se renueva todos los días. Me imagino que en una realidad ardua como Nápoles, con antiguos y nuevos desafíos, nos tiramos de cabeza para salir al encuentro de las necesidades de muchos hermanos y hermanas, corriendo el riesgo de ser totalmente absorbidos.

Es necesario encontrar siempre el tiempo para estar ante el sagrario, permanecer allí en silencio, para percibir en nosotros la mirada de Jesús, que nos renueva y nos reanima. Y si el estar ante Jesús nos inquieta un poco, es un buen signo, nos hará bien. La oración es precisamente la que nos muestra si estamos caminando por el camino de la vida o el de la mentira, como dice el Salmo (cf. 138, 24), si trabajamos como buenos obreros o nos hemos convertido en «funcionarios», si somos «canales» abiertos, por el cual fluye el amor y la gracia del Señor, o si, en cambio, nos ponemos en el centro a nosotros mismos, acabando por convertirnos en «pantallas» que no ayudan al encuentro con el Señor.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)


sábado, 28 de noviembre de 2015

Las tentaciones (II)

En la entrada anterior vimos lo que era una tentación y cómo el diablo se las apañaba para tentarnos, presentándonos el mal bajo capa de bien y haciéndonos pensar que la forma de ser felices es haciendo totalmente lo que nos viene en gana.

El diablo no solo ataca a nuestro entendimiento y a nuestra voluntad, sino también a nuestra sensibilidad y a nuestra emotividad. De hecho, hoy en día vivimos en un mundo totalmente emotivo, es bueno lo que produce buenas sensaciones, es bueno, lo que nos hace sentir bien, es bueno lo que no ofende a nadie, es bueno lo que está bien visto, es bueno lo que me pide el cuerpo… es tan grave esta deformación de la verdad que hasta el amor queda corrompido por la emotividad, lo que en un principio era herramienta y ayuda se ha convertido en un cruel tirano. La bondad, por culpa del emotivismo, queda convertida en buenismo, el amor se convierte en puro sentimiento, y la verdad en un ideal imposible de alcanzar. Los pensamientos rectos se convierten en sensaciones, y si algo me hace sentir mal pienso que ya no es bueno para mí, esto nos pasa en la vida diaria, en nuestra decisiones más importantes, en nuestras ideas y en nuestras creencias (¿cómo voy a dejar esta compañía, que por un lado veo que me hace tanto mal, si me voy a sentir fatal cuando lo haga?; ¿cómo voy a perseverar en la vocación con lo que quiero a mi familia?; ¿cómo va a existir el infierno si Dios es bueno y compasivo?).


Por el contrario, las personas que quieren cumplir la voluntad de Dios en su vida no se dejan llevar por los vientos de las emociones, aceptan las mismas y viven con ellas como toda persona humana, pero las usan como ayuda, no como brújula. La recta razón iluminada por la fe es el instrumento para el conocimiento de la verdad y de la voluntad de Dios. El cristiano debe acostumbrarse a no dejarse llevar por lo que le apetece o no le apetece, si no por lo recto, por lo verdadero, lo bueno, lo que Dios quiere, y esto “aunque cueste la vida”. Cuántas veces a unos inicios en la vida de fe, oración y/o vocación llenos de fervor, amor y emoción, seguirán periodos de profundo abatimiento, desánimo, pereza… pero pensemos que esto mismo ocurre en cualquier matrimonio con el paso del tiempo… y será precisamente en esos momentos donde se demostrará el verdadero amor.

Vencer la tentación, será tantas veces idéntico a vencerse a uno mismo, porque verdaderamente uno se sentirá morir por hacer o dejar de hacer ciertas cosas “que le pide el cuerpo”, pero con la gracia de Dios iremos adquiriendo los mismos sentimientos de Cristo de Jesús e iremos poco a poco venciendo esta sensibilidad desbocada a causa del pecado original. En el camino de la santidad habrá un punto en el que incluso los sentimientos y emociones (si bien no siempre y plenamente) estarán dirigidos a Dios, nos alegraremos con su voluntad, y nos entristeceremos con todo lo que se aparte de ella. A cambio del combate obtendremos la paz que nos otorga el cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, esa paz que no es ausencia de lucha, si no la serena alegría de contentar a Dios, la alegría que surge de vivir intentando que, pase lo que pase, Jesús esté contento.


Hecha esta pequeña introducción con algún pequeño criterio y consejo sobre las tentaciones, nos detendremos en las próximas entradas en tentaciones concretas que surgen en la vida espiritual, en la vida de seguimiento a Cristo, en la vocación a una vida consagrada a su servicio, o en los inicios de la misma.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Remedio para la impaciencia (II). P. Segundo Llorente (XIV)

Hace uno de buena gana lo que de ningún modo quisiera hacer, porque se hace de muy buena gana lo que sabe uno que es la voluntad de Dios; y no hay duda que Dios saca mucha gloria de ver que cuando las dos voluntades chocan, es la suya la que prevalece porque la otra cede libremente; y si nuestra voluntad cede siempre, estamos dando a Dios gloria constantemente.

Por eso siempre que me sobreviene algún contratiempo y me quiero impacientar, me sale al paso la consideración de no perder el tiempo haciendo ahora lo que luego tengo que deshacer arrepintiéndome; y las quejas e impaciencias interiores, por calladas y sordas que sean, a mí me parecen un género de blasfemia en almas consagradas por entero al servicio de Dios como somos, entre otros, todos los misioneros.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 26 de noviembre de 2015

Una profunda humildad. Sacerdote para la eternidad (VIII)

Ni como hombre ni como fiel cristiano el sacerdote es más que el seglar. Por eso es muy conveniente que el sacerdote profese una profunda humildad, para entender cómo en su caso también de modo especial se cumplen plenamente aquellas palabras de San Pablo: ¿qué tienes que no hayas recibido (1 Cor IV, 7). Lo recibido... ¡es Dios! Lo recibido es poder celebrar la Sagrada Eucaristía, la Santa Misa -fin principal de la ordenación sacerdotal-, perdonar los pecados, administrar otros Sacramentos y predicar con autoridad la Palabra de Dios, dirigiendo a los demás fieles en las cosas que se refieren al Reino de los Cielos.

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Tanta fuerza como un ejército en marcha. Santa Teresa de Jesús (XXIII)

Duras son las palabras del P. Alonso de Maldonado, un franciscano con el rostro curtido por el viento y las sales marinas, al regresar de las Indias:

-      Millones de almas se pierden en aquellas tierras, pues la espada del conquistador no siempre abre el camino a la Cruz de Cristo.

Teresa sueña con capitanear legiones… y luego llora. ¿Acaso no puede hacer otra cosa que llorar? No, “no pensemos que está todo hecho en llorando mucho, sin que echemos mano del obrar mucho”.

Lo primero, rezar. La oración puede ser lucha, el silencio fortaleza, la mortificación táctica; un alma centrada en Dios despliega tanta fuerza como un ejército en marcha, y unas cuantas mujeres silenciosas, quitas bajo su negro velo, pueden luchar por la paz del mundo haciendo de todos sus pensamientos, de todas sus renuncias, actos heroicos.

Teresa se da cuenta de que sólo ahora, cuando su corazón es capaz de amar a todos los hombres, de abarcar el universo entero, ama verdaderamente a Dios. Daría su vida por salvar al más miserable de los hombres, porque “quien no le amare, no os ama, Señor”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).


martes, 24 de noviembre de 2015

El valor de las obras ordinarias


"Lo que es bueno y justo, hacedlo bien hecho, justa y cabalmente" (Deut. 16, 20). 

No está el negocio de nuestro aprovechamiento y perfección en hcer cosas, sino en hacerlas bien. Como no está tampoco en ser uno religioso sino en ser un buen religioso.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Toda la tierra y elementos


“El verdadero amor de Dios es señor de todos los elementos del mundo. ¿No es linda cosa que una pobre monja pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos?”


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)


domingo, 22 de noviembre de 2015

Adoración, amor a la Iglesia, celo apostólico. Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (X).

Quisiera terminar con tres cosas. Primero, la adoración. «¿Tú rezas?». —«Yo rezo, sí». Pido, doy gracias, alabo al Señor. Pero, ¿adoras al Señor? Hemos perdido el sentido de la adoración a Dios: es necesario retomar la adoración a Dios. Segundo: tú no puedes amar a Jesús sin amar a su esposa. El amor a la Iglesia. Hemos conocido muchos sacerdotes que amaban a la Iglesia y se veía que la amaban. Tercero, y esto es importante, el celo apostólico, es decir la misionariedad. El amor a la Iglesia te conduce a darla a conocer, a salir de tí mismo para ir fuera a predicar la Revelación de Jesús, te impulsa también a salir de ti mismo para ir hacia la trascendencia, es decir la adoración. En el ámbito de la misionariedad creo que la Iglesia debe caminar un poco más, convertirse más, porque la Iglesia no es una ong, sino que es la esposa de Cristo que tiene el tesoro más grande: Jesús. Y su misión, su razón de existir es precisamente esta: evangelizar, es decir, llevar a Jesús. Adoración, amor a la Iglesia y misionariedad. Estas son las cosas que me surgieron espontáneas.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)

viernes, 20 de noviembre de 2015

Nuevas fundaciones. Santa Teresa de Jesús (XXII)

       Cuando supieron en San José que la Madre Teresa de Jesús, a sus cincuenta y dos años, pensaba abandonar Ávila para fundar otros monasterios, sus hijas quedaron desoladas. Ella se apresuró a entusiasmarlas con su obra:

-      ¿Acaso vamos a conformarnos con que la Orden de Nuestra Señora del Carmen tenga tan sólo un convento reformado? ¿Vamos a pensar solamente en nosotras? No, hijas mías, no basta con que trece carmelitas descalzas se entreguen a la oración y a la penitencia y ganen el pan con el sudor de su frente para salvarse ellas solas cuando el mundo entero está siendo consumido por el fuego.
        

(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).


jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Acaso el claustro es para los enclenques? Tres monjes rebeldes (IV)

Teodorico continuaba la conversación con su hijo.

- Dios no te ha hecho manifestaciones personales y directas de ninguna clase acerca de tu vocación… ¿No sabes que prácticamente todos nos hemos visto asaltados por esa ocurrencia en alguna época de nuestra juventud? Tienes los hombros demasiado anchos y los muslos demasiado fuertes para ocultarlos con una cogulla, muchacho. Dios te ha proporcionado un magnífico cuerpo de guerrero.

- ¿Acaso el claustro es sólo para los enclenques? -se atrevió a objetar Roberto, desafiante.

- Claro que no -se apresuró a responder su padre-. Pero los verdaderos guerreros son para el mundo -añadió tratando de estimular el orgullo de su hijo, exaltando la profesión de las armas-. Tú serás un gran guerrero. Me lo dicen tus ojos. Tienes algo más que una espléndida presencia física. ¡Posees el fuego en el alma! Pero vamos, vamos… Se está haciendo tarde y es hora de que los jóvenes descansen. ¡Ya se te pasará esa fantasía!...

- Señor -exclamó de pronto Roberto-, no son fantasías y no se pasarán. ¡Yo no soy un niño!

El joven temblaba. Su semblante aparecía más encendido que nunca, y dejó la estancia.


(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).


miércoles, 18 de noviembre de 2015

De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este monasterio. Santa Teresa de Jesús (XXI)

Al principio que se comenzó este monasterio a fundar no era mi intención que hubiese tanta aspereza  en lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada; en fin, como flaca y ruin, aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi regalo.

         En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pudiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que éstos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese


         (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección).


martes, 17 de noviembre de 2015

Una sola cosa es necesaria


La vida del alma que aspira a la santidad ha de ser alma de oración. El alma que no ama la oraciones difícil o mejor diría, moralmente imposible que sea buena. Si veis un alma tibia, decid: hace mal la oración, y diréis toda la verdad. El gran empeño del Demonio en cuanto a las almas que aspiran a la santidad, es hacerles perder la oración, porque si lo vence en eso, lo vencerá en todo.


lunes, 16 de noviembre de 2015

A los que Dios mucho quiere


“A los que Dios mucho quiere los lleva por camino de trabajos, 
y cuanto más los ama, mayores.”


(Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús)


domingo, 15 de noviembre de 2015

Habladurías. Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (IX).

Luego, hablando de testimonios, la alegría. La alegría de mi vida es plena, la alegría de haber elegido bien, la alegría de que yo veo todos los días que el Señor es fiel a mí. La alegría está en ver que el Señor es siempre fiel a todos. Cuando yo no soy fiel al Señor, me acerco al sacramento de la Reconciliación. Los consagrados o los sacerdotes aburridos, con amargura en el corazón, tristes, tienen algo que no funciona y tienen que ir a un buen consejero espiritual, a un amigo, y decir: «No sé que sucede en mi vida». Cuando no hay alegría, hay algo que no funciona. El olfato del que hablaba hoy el arzobispo, nos dice que algo falta. Sin alegría no atraes hacia el Señor y el Evangelio.


(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)


sábado, 14 de noviembre de 2015

Dios pide consentimiento

       
Cuando Gabriel aparece ante María, ella tiene que responder. Hasta ese momento es la gracia de Dios que viene sobre Ella, el amor de Dios que la inunda, la invitación de Dios que se le ofrece y se le quiere entregar, y en ese momento queda pidiendo la respuesta de la Virgen, que Dios respeta. María lo piensa serenamente, no se toma días para hacerlo. Es admirable, en una decisión de tal trascendencia Ella cae en la cuenta: en este momento la salvación del mundo depende tanto del sí de la Virgen, como de la voluntad del Padre; porque cuando Dios pide consentimiento, lo pide de verdad. Si uno no se lo da, no se hace. Dios no juega, no bromea. Estima al hombre y tiene tal respeto de su libertad, de su dignidad dada por Él, que sin su consentimiento no actúa en el mundo, en el hombre. Dios pide al hombre su consentimiento en el orden de la salvación, y la respuesta que da María es su entrega de amor.


(Con María, P. Mendizábal).


viernes, 13 de noviembre de 2015

Remedio para la impaciencia. P. Segundo Llorente (XIII)

¡Qué bonito regentar una parroquia que comprende doce calles y administrar los sacramentos siempre a cien pasos del despacho de la casa rectoral! Se me antojó esto sumamente bonito mientras íbamos a bordo de una barcaza y las olas nos traían al retortero.

¡Ay, Señor, que descanso será el cielo siempre con Vos! Sin empujones, sin oleajes, sin mareos, sin más cuidados ya que alabaros eternamente en compañía de los ángeles y de los santos! ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?
Pero luego, en el cielo, si pudiera uno sufrir, sufriría por no haber sufrido aquí más por Cristo.

Y así navegamos por estos ríos y mares y lagos alaskanos. Cada queja se lleva siempre el frenazo de la consideración espiritual como caballo indómito que se le mete en vereda a frenazos si no quiere meterse de grado. A la mirada fría y calculadora, egoísta, pueril y mundana, se le opone la mirada de la eternidad.


(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Fundación del convento de San José. Santa Teresa de Jesús (XX)

Lo esencial está a punto y los últimos preparativos para la inauguración del convento van deprisa. 

Teresa apenas puede ocultar su alegría. Tiene prisa por encontrarse tras los muros y rejas de San José, a solas con sus humildes hermanas, no porque desprecie el mundo, sino para evitar que las cosas del mundo perturben su soledad, llena toda de Dios.

Rodeada de sus fieles, trabaja día y noche cortando y cosiendo los sayales de áspera tela, rematando los negros velos, almidonando las tocas, muy ajustadas, que cubrirán el pelo enteramente para no tener que peinarse; lo cual no implica desaliño, pues cuidará mucho de que todas lleven su toca como Dios manda. “Las monjas mal tocadas parecen mal casadas”, dirá a una de sus hijas que la llevaba torcida y desajustada.

Alborea, por fin, el 24 de Agosto de 1526. Aquella mañana el repiqueteo de la cascada campana lleva a los vecinos hacia una capilla, la primera, que ellos sepan, consagrada jamás a San José; una capilla tan pobre como el portal de Belén, pero donde reina tal recogimiento que corta el aliento y “cuyas solas paredes mueven los corazones a conocer el poder y misericordia de Dios”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).


martes, 10 de noviembre de 2015

Conformidad con la voluntad de Dios

Refiere el P. Juan Taulero que después de haber pedido con muchas instancias al Señor que le enviase algún maestro que le enseñase el camino más corto para llegar a la santidad, oyó cierto día una voz que le dijo: - Vete a la iglesia, y en el pórtico hallarás lo que pides. Fue y a la puerta sólo halló un mendigo descalzo y harapiento. 

- Buenos días, hermano, dijo saludando al mendigo.

- Maestro, respondió el pobre, no me acuerdo de haber tenido jamás un día malo.

- Pues bien, que Dios te conceda vida feliz, repuso el religioso.

- ¡Pero si yo, contestó el mendigo, jamás he sido infeliz! Y no se maraville, Padre mío, prosiguió diciendo, de que le haya dicho que no he tenido ningún día desgraciado, porque cuando tengo hambre, alabo a Dios; cuando nieva o llueve, bendigo a Dios; cuando las gentes que pasan, me desprecian o me miran con asco, o experimento alguna otra miseria, doy gloria a Dios. Le dije además que nunca he sido infeliz, y también es verdad, porque estoy acostumbrado a querer en todo y por todo lo que Dios quiere. Todo lo que me sobreviene, sea dulce, sea amargo, lo recibo de su mano con alegría, considerando que es lo mejor para mí, y este es el fundamento de mi felicidad.

lunes, 9 de noviembre de 2015

domingo, 8 de noviembre de 2015

Habladurías. Visita Pastoral del Papa Francisco a Nápoles (VIII)

Para mí, el signo de que no hay fraternidad, tanto en el presbiterio como en las comunidades religiosas es la presencia de habladurías. Y me permito decir esta expresión: el terrorismo de las habladurías, porque quien murmura es un terrorista que tira una bomba, destruye permaneciendo fuera. ¡Si al menos hiciese el papel del kamikaze! En cambio destruye a los demás. Las habladurías destruyen y son el signo de que no hay fraternidad. Cuando uno se encuentra con un presbiterio que tiene sus diferentes puntos de vista, porque tienen que existir diferencias, es normal, es cristiano, pero estas diferencia se deben manifestar teniendo la valentía de decirlas a la cara. Si yo tengo que decir algo al obispo, voy al obispo y puedo incluso decirle: «Usted es un antipático», y el obispo debe tener el valor de no vengarse. ¡Esto es fraternidad! O cuando tienes algo contra una persona y en lugar de ir a ella vas a otra. Existen problemas tanto en la vida religiosa como en la vida presbiteral que se deben afrontar, pero sólo entre dos personas. En el caso de que no se pudiese —porque a veces no se puede— se le dice a otra persona para que sea intermediaria. Pero no se puede hablar contra otro, porque las habladurías son un terrorismo de la fraternidad diocesana, de la fraternidad sacerdotal, de las comunidades religiosas.

(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)


sábado, 7 de noviembre de 2015

Llama de amor viva, S. Juan de la Cruz


¡Oh, llama de amor viva,

que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.



¡Oh, cautiverio suave!

¡Oh, regalada llaga!
¡Oh, mano blanca ¡Oh, toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando muerte en vida la has trocado.


viernes, 6 de noviembre de 2015

Ansias de reforma. Santa Teresa de Jesús (XIX)

Teresa sueña con lo que fue la Orden de Nuestra Señora antes de que el Papa Eugenio IV cediera a la miseria de los tiempos y mitigara los rigores de la regla primitiva, haciendo así de unos carmelos que habían sido fortalezas de oración y penitencia, píos hogares de retiro para hombres o mujeres solos.

Tales reflexiones espolean a Teresa, son ahora el tema principal de sus conversaciones:

-      El Dios Eterno no se hallaba en el viento impetuoso, ni en el temblor de tierra, ni en el fuego, sino en un suave y ligero murmullo, con el que habló a Elías… ¿Creéis que aquí es posible escuchar ese murmullo suave y ligero? No hay quien pare en este monasterio, somos demasiadas…

Fue su sobrina María de Ocampo la primera en intervenir:

-      ¿Y por qué no nos vamos y hacemos una vida solitaria como la de los ermitaños?

Era tanto como  responder al deseo de la carmelita, ansiosa de hacer algo. “Mas yo, por otra parte, como tenía tan grandísimo contento en la celda en la que estaba, hecha muy a mi propósito, todavía me detenía”. Pero no era ella la que tenía que escoger, sino Dios. “Con todo, concertamos encomendarlo mucho a Dios”.


(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).


jueves, 5 de noviembre de 2015

Instrumento inmediato y diario de la gracia salvadora

Si alguna vez os topáis con un sacerdote que, externamente, no parece vivir conforme al Evangelio -no le juzguéis, le juzga Dios-, sabed que si celebra válidamente la Santa Misa, con intención de consagrar, Nuestro Señor no deja de bajar a aquellas manos, aunque sean indignas. ¿Cabe más entrega, más anonadamiento? Más que en Belén y que en el Calvario. ¿Por qué? Porque Jesucristo tiene el corazón oprimido por sus ansias redentoras, porque no quiere que nadie pueda decir que no le ha llamado, porque se hace el encontradizo con los que no le buscan.

¡Es Amor! No hay otra explicación. ¡Qué cortas se quedan las palabras, para hablar del Amor de Cristo! El se abaja a todo, admite todo, se expone a todo -a sacrilegios, a blasfemias, a la frialdad de la indiferencia de tantos-, con tal de ofrecer, aunque sea a un hombre solo, la posibilidad de descubrir los latidos de un Corazón que salta en su pecho llagado.

Esta es la identidad del sacerdote: instrumento inmediato y diario de esa gracia salvadora que Cristo nos ha ganado. Si se comprende esto, si se ha meditado en el activo silencio de la oración, ¿cómo considerar el sacerdocio una renuncia? Es una ganancia que no es posible calcular. Nuestra Madre Santa María, la más santa de las criaturas -más que Ella sólo Dios- trajo una vez al mundo a Jesús; los sacerdotes lo traen a nuestra tierra, a nuestro cuerpo y a nuestra alma, todos los días: viene Cristo para alimentarnos, para vivificarnos, para ser, ya desde ahora, prenda de la vida futura.


(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)