Teresa, que conocía bien la maldad del mundo, pone en guardia a sus hijos.
“Si algún fraile ha de quedar en el convento, vuestra Paternidad le avise mucho que tenga poco trato con las monjas. Y aun el licenciado no querría yo tuviese tanto que, aunque es todo tan bueno, de esas bondades suelen salir hartos ruines juicios en los maliciosos, en especial en esos lugarcillos y aun en todos”.
“Crea vuestra reverencia que cuanto más sirva a sus hijas apartadas de tratos muy particulares, aunque sean muy santos, es mejor, aun para la quietud de dentro de la casa. Y eso no querría se le olvidase”.
“Todas son mozas, y créame, Padre mío, que lo más seguro es que no traten con frailes. Ninguna otra cosa es tanto miedo en estos Monasterios como esto”.
“A los confesores no hay por qué los ver sin velos jamás, ni a los frailes de ninguna orden y mucho menos a nuestros Descalzos. Para cosa del alma parece que se puede tratar sin abrir velo”.
(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).
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