Es posible quizás que tengáis la tentación de pensar: «¿Pero yo qué puedo hacer?». Cuando viene esta tentación recordad que el Señor nos ha hablado de la semilla de trigo. Y vuestra vida es como la semilla de trigo… allí, es como levadura… allí. Es hacer todo lo posible para que el Reino llegue, crezca y sea grande; y custodie también a mucha gente, como el árbol de mostaza. Pensad en esto. Pequeña vida, pequeño gesto; vida normal, pero fermento, semilla, que hace crecer. Y esto os da la consolación. Los resultados de este balance sobre el Reino de Dios no se ven. Solamente el Señor nos hace percibir algo… Veremos los resultados allá arriba. Y por eso es importante que vosotros tengáis mucha esperanza. Es una gracia que debéis pedir al Señor, siempre: la esperanza que nunca defrauda. ¡Nunca defrauda! Una esperanza que va adelante. Yo os aconsejaría leer muy a menudo el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, el capítulo de la esperanza. Y aprender que muchos padres nuestros han realizado este camino y no han visto los resultados, pero los han saludado desde lejos. La esperanza… Es esto lo que os deseo. Muchas gracias por lo que hacéis en la Iglesia; muchas gracias por la oración y las obras. Gracias por la esperanza. Y no lo olvidéis: ¡sed revolucionarios!
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