Teodorico continuaba intentando convencer a su esposa acerca de la insensatez de la vocación de su hijo:
- ¿Os dais cuenta de todo cuanto exige el claustro? Exige los hombres más nobles y lo más noble del hombre. Exige gran resistencia física y una sorprendente singularidad de propósito. En el claustro sólo pueden alcanzar éxito quienes poseen la visión inflexible de una invencible fe. Tienen que contemplar fija e ininterrumpidamente a Dios.
- Mi señor, yo os lo aseguro; nuestro hijo ha nacido para el claustro. No cometerá ningún error. Dios nos lo ha dado. Devolvámoslo a Dios.
Teodorico no respondió, lo que permitió a su esposa añadir:
- La caballería se extiende por el mundo. Dejemos que nuestro hijo la lleve al claustro. Permitidle dedicarle su hidalguía a Dios…
(Tres monjes rebeldes, P. Raymond).
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