Queridos hermanos y hermanas consagrados, os deseo que testimoniéis, con humildad y sencillez, que la vida consagrada es un don valioso para la Iglesia y para el mundo. Un don que no hay que conservar para sí mismo, sino que hay que compartir, llevando a Cristo a cada rincón de esta ciudad. Que vuestra cotidiana gratitud a Dios encuentre su expresión en el deseo de atraer los corazones a Él, y de acompañarlos en el camino. Que tanto en la vida contemplativa como en la apostólica, podáis sentir con fuerza en vosotros el amor por la Iglesia y contribuir, mediante vuestro carisma específico, a su misión de proclamar el Evangelio y edificar el pueblo de Dios en la unidad, la santidad y el amor.
Queridos hermanos y hermanas, os doy las gracias. Sigamos adelante, animados por el común amor al Señor y a la santa madre Iglesia.
(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)
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