La pureza exige el pudor, nos dice el Catecismo. La pureza es parte integrante de la virtud de la templanza. El pudor preserva la intimidad de las personas. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Esta ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.
El pudor es modestia, inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción.
Existe un pudor de los sentimientos y un pudor del cuerpo. El pudor rechaza tanto los exhibicionismos del cuerpo humano como hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario