- Padre mío, le preguntó un joven misionero, si Dios le diese a escoger entre subir al cielo enseguida o trabajar todavía como lo hace en la conversión de los pecadores, ¿qué haría usted?
- Me quedaría.
- ¡Pero en el cielo los santos son tan dichosos! ¡Allí no hay penas ni tentaciones!
- Sí, replicó; los santos son muy felices, pero no pueden como nosotros ganar almas para Dios con penas y sufrimientos…
- Si Dios le dejase aquí hasta el fin del mundo, tendría usted mucho tiempo: dígame, ¿también se levantaría a media noche?
- Ah, amigo mío, siempre me levantaría a media noche. No es el trabajo lo que me espanta: sería el más feliz de los sacerdotes, si no fuese por el pensamiento de que he de comparecer como párroco ante el tribunal de Dios.
Y dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas.
(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)
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