Había pasado ya el tiempo en que decía: “Tengo un buen cadáver: cuando he tomado un poco de alimento y he dormido un par de horas, puedo comenzar de nuevo mi trabajo”. Ahora, cuando se sentía agotado, limitábase a decir: “Ya descansaremos en la otra vida”.
“Tenía muchas ganas de dormir –decía en una ocasión- pero no he dudado en levantarme: ¡es tan importante la salvación de las almas!” Y muerto de cansancio, entraba en el confesionario a la hora de costumbre.
Un día se cayó cuatro veces al dirigirse a la iglesia, y las cuatro se levantó con gran trabajo… Al hacerle notar que parecía estar fatigado, contestó sonriendo: “¡Oh! Los pecadores acabarán por matar a este pobre pecador!”
(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)
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