Cuatro cosas hay que son muy perjudiciales a la vida espiritual, y en las cuales se fundan ciertas máximas perversas que se infiltran en las comunidades religiosas:
1ª la estima del talento y de cualidades puramente humanas;
2ª el afán de ganarse amigos con miras terrenas;
3ª una conducta demasiado naturalista que solo escucha a la humana prudencia, y un espíritu astuto muy opuesto a la simplicidad evangélica;
4ª las distracciones superfluas que el alma busca, y las conversaciones o lecturas que solo traen al alma satisfacciones naturales.
De ahí nace la ambición, el afán de honras, el deseo de sobresalir y el buscar las propias comodidades: cosas todas muy opuestas al progreso espiritual.
(Las tres edades de la vida interior, Garrigou-Lagrange)
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