Dicen que sois un santo –le escribía, en nombre de muchos de sus compañeros, un sacerdote que prudentemente se había muy bien guardado de firmar- y sin embargo, no todos vuelven convertidos. Haríais muy bien en moderar vuestro celo mal entendido; de lo contrario, nos veremos forzados a advertir a Monseñor.
El inculpado contestó directamente al autor de la carta a quien reconoció por la letra:
“Señor Cura, os doy sinceramente las gracias por los caritativos avisos que os habéis dignado darme. Reconozco mi ignorancia y mi incapacidad. Si las personas de las parroquias vecinas no se han convertido después de haber recibido de mí los sacramentos, tengo de ello muchísima pena. Si os parece bien podéis escribir a Monseñor, quien según espero, tendrá la bondad de reprenderme… Pedid a Dios, si os place, señor Cura, que haga el menor mal y el mayor bien”.
Tal respuesta tuvo el resultado que había de tener. El autor de la carta se apresuró a escribir al Rdo. Vianney para excusarse, y esta vez no omitió la firma.
(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)
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