“Ignorante e incapaz como él se creía”, ¿no había tentado al cielo con aceptar la cura de almas? “Ah –decía entre gemidos- no es el trabajo lo que me cuesta; es la cuenta que hay que dar de la vida de párroco”. Y, realmente, esta perspectiva le tuvo inquieto hasta los últimos momentos.
“Ah, amigo mío- comentaba un día al Rdo. Descôtes, suspirando angustiosamente- usted no sabe lo que es pasar de una parroquia al tribunal de Dios”.
(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)
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