Sería sacerdote… mas ¿cómo podría llegar a conseguirlo? Frisaba ya en los diecisiete años, no poseía sino incompletos conocimientos de la enseñanza primaria, que se imponía al estudio del latín. Y en torno suyo, ¿qué pensarían de su caro deseo?
En lo que toca a su madre, estaba seguro; se apresuraría a dar a Dios a su hijo predilecto. Mas ¿el padre? Aunque muy caritativo, su piedad era más corriente, y el rudo trabajo del campo le absorbía por completo. ¿Y Francisco, próximo al servicio militar, al que era menester redimir? ¿Y Catalina, prometida ya, a la cual, al casarla, habrían de dar algo en dote?... La esperanza de Juan María fluctuaba en un mar de angustias.
Pero… ¡y las almas! ¡Todas las parroquias sin sacerdotes, tantos niños abandonados sin instrucción religiosa, sin sacramentos, sin Eucaristía!... ¡Tanta mies en peligro por falta de obreros para recogerla! ¿No valía la pena despreciar todos los sinsabores y vencer todos los obstáculos?
(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).
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