domingo, 10 de abril de 2016

Esperanza. Jubileo de la Vida Consagrada (VII)


Os confieso que a mí me cuesta mucho cuando veo el descenso de las vocaciones, cuando recibo a los obispos y les pregunto: «¿Cuántos seminaristas tenéis?» — «4, 5...». Cuando vosotros, en vuestras comunidades religiosas? —masculinas o femeninas— tenéis un novicio, una novicia, dos... y la comunidad envejece y envejece... Cuando hay monasterios, grandes monasterios, y el Cardenal Amigo Vallejo puede contarnos, en España, cuántos hay, que son llevados adelante por 4 o 5 religiosas ancianas, hasta el final… Y a mí esto me provoca una tentación que va contra la esperanza: «Pero, Señor, ¿qué cosa sucede? ¿Por qué el vientre de la vida consagrada se hace tan estéril?». Algunas congregaciones hacen el experimento de la «inseminación artificial». ¿Qué es lo que hacen? Reciben...: «Sí, ven, ven, ven…». Y luego los problemas que hay ahí adentro… No. ¡Se debe recibir con seriedad! Se debe discernir bien si esta es una verdadera vocación y ayudarla a crecer. Y creo que contra la tentación de perder la esperanza, que nos da esta esterilidad, debemos rezar más. Y rezar sin cansarnos.

(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

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