Cuando era niña, todo el tiempo que le quedaba libre de las obligaciones que le mandaba su madre, lo empleaba en oración devotísima en casa, en la Iglesia y en todas partes, y deseaba arrastrar a los otros a hacer lo mismo.
Algunas veces, le gustaba ponerse en oración vestida de monja, y le agradaba ponerse así ante el Señor, y deseaba con tanto ardor hacerse monja que le parecía, por así decir, que cada hora eran miles de años… Era su deseo hacerlo en una religión muy observante y en la que se recibiese con frecuencia el Santísimo Sacramento.
Era muy enemiga de las vanidades, tanto de arreglo del cabello, como de los vestidos… y lloraba cuando su madre quería vestirla de seda y que adornara su cabeza. Huía hasta de ver las vanidades y fiestas del mundo y las conversaciones terrenas.
(Santa María Magdalena de Pazzi)
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