Para llegar a la pureza de los ángeles, es necesario trabajar con todas nuestras fuerzas, ejercitándonos en el ejercicio de todas las virtudes, y particularmente en la mortificación; porque aunque esto ha de ser don de Dios y ninguna diligencia humana baste para ello, quiere el Señor que hagamos lo que sea de nuestra parte.
Si queremos alcanzar la perfección y pureza de la castidad, y conservarnos en ella, es menester que tengamos mucha cuenta con guardar las puertas de nuestros sentidos, y particularmente los ojos, porque por ahí entra el mal en el corazón. Los que livianamente salen a mirar por estas ventanas de los sentidos las cosas del mundo, muchas veces son llevados de los deseos de ellas. No conviene mirar lo que no es lícito desear; porque os llevarán las cosas tras sí, si las miráis, arrebatarán y robarán vuestro corazón, y cuando menos pensaréis, os hallaréis preso y cautivo.
(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)
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