Si queremos alcanzar la perfección y pureza de la castidad y conservarnos en ella, es menester que tengamos mucha cuenta con guardar la puerta de nuestros sentidos, y particularmente los ojos, porque por ahí entra el mal en nuestro corazón.
San Gregorio da un consejo extraordinario: "No conviene mirar lo que no es lícito desear; porque os llevarán las cosas tras sí, si las miráis, arrebatarán y robarán vuestro corazón; y cuando menos lo penséis, os hallaréis preso y cautivo."
"Hice concierto con mis ojos de no mirar mujer" (Job 31, 1).
Solo podrá tener mirada casta y honesta el que hace concierto con sus ojos de no mirar lo que no puede desear.
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