martes, 31 de mayo de 2016

Necesidad de cuidar los detalles pequeños


El que menosprecia las cosas poco a poco vendrá a caer en las grandes, nos avisa el libro del Eclesiastés, pero de forma especial ocurre con la virtud de la castidad; porque es virtud delicada y tierna. 


Compara el Santo Fray Gil la virtud de la castidad con un espejo que ante un aliento se empaña y pierde su lustre y resplandor. Es fundamental andar con mucho recato mortificando los sentidos, cortando y atajando los malos pensamientos, así como huyendo de la ocasión. Porque así como la llama deja rastro de sí dondequiera que toca, más, según más se detiene, y si no quemó, a lo menos tiznó, así estas cosas, sino llegan a quemar bastan para tiznar el alma y despertar imaginaciones y pensamientos contrarios a la castidad.

lunes, 30 de mayo de 2016

domingo, 29 de mayo de 2016

Servir al pueblo de Dios. Papa Francisco en África (VI)


Y una última cosa que les quisiera decir, antes de decirles otra. Es que todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir, para servir al pueblo de Dios, para servir a los más pobres, a los más descartados, a los más humildes, para servir a los niños y a los ancianos, para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y del pecado que lleva dentro, para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para hacerse servir. Hace un año, más o menos, hubo un encuentro de sacerdotes –las monjas se salvan– y, durante esos ejercicios espirituales, cada día había un turno de sacerdotes que tenían que servir a la mesa, algunos de ellos se quejaron: «No. Nosotros tenemos que ser servidos, nosotros pagamos, podemos pagar para que nos sirvan». Por favor, no diga eso en la Iglesia. Servir, no «servirse de».



(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)

jueves, 26 de mayo de 2016

Institutos Seculares (XV)


No perdáis jamás el impulso de caminar por los senderos del mundo, la conciencia de que caminar, ir incluso con paso incierto o renqueando, es siempre mejor que estar parados, cerrados en los propios interrogantes o en las propias seguridades. La pasión misionera, la alegría del encuentro con Cristo que os impulsa a compartir con los demás la belleza de la fe, aleja del riesgo de quedar bloqueados en el individualismo. La idea que propone al hombre como artífice de sí mismo, guiado sólo por las propias decisiones y los propios deseos, a menudo revestidos con el hábito aparentemente bello de la libertad y del respeto, corre el riesgo de minar los fundamentos de la vida consagrada, especialmente de la secular. Es urgente revalorizar el sentido de pertenencia a vuestra comunidad vocacional que, precisamente porque no se funda en una vida común, encuentra sus puntos fuertes en el carisma. Por eso, si cada uno de vosotros es para los demás una posibilidad preciosa de encuentro con Dios, se trata de redescubrir la responsabilidad de ser profecía como comunidad, de buscar juntos, con humildad y con paciencia, una palabra de sentido que puede ser un don para el país y para la Iglesia, y testimoniarla con sencillez. Vosotros sois como antenas dispuestas a acoger los brotes de novedad suscitados por el Espíritu Santo, y podéis ayudar a la comunidad eclesial a asumir esta mirada de bien y encontrar sendas nuevas y valientes para llegar a todos. Pobres entre los pobres, pero con el corazón ardiente. Nunca parados, siempre en camino. Juntos y enviados, incluso cuando estáis solos, porque la consagración hace de vosotros una chispa viva de la Iglesia. Siempre en camino, con esa virtud que es una virtud peregrina: ¡la alegría!


(Audiencia del Santo Padre Francisco a los participantes en un encuentro organizado por la Conferencia Italiana de los II.SS. en mayo de 2014)

miércoles, 25 de mayo de 2016

“No sé bastante latín”. Santo Cura de Ars (IX)


“No sé bastante latín para ser sacerdote”, dijo a su amigo Juan Dumond. Y partió hacia la casa parroquial de Ecully.

El señor Balley, que le recibió en sus brazos y sobre cuyo corazón lloró amargamente, escuchó sus confidencias. Después tomó la palabra y aseguró de nuevo a su protegido que Dios le había elegido para servirle en el altar. Era de todo punto necesario intentar un último esfuerzo.

Maestro y discípulo, después de haber orado juntos, se pusieron manos a la obra. El señor Balley estaba convencido de que el Espíritu de Dios, que habitaba en aquella alma, llenaría las lagunas y supliría las deficiencias… ¿Mas cómo se haría esto? El interesado lo ignoraba y entretanto era motivo de muy vivos sufrimientos.

Felizmente, su piedad le sostenía y el mismo Dios acudía en su ayuda. Al pasar por la casa de la viuda Bibost le fue dicho: “Bah, estate tranquilo. Un día serás sacerdote”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 24 de mayo de 2016

Medios para guardar la castidad (II): Es menester cuidar las cosas pequeñas


Cuánto esta virtud de la castidad es más cara y preciosa, tanto es menester mayor cuidado y diligencia para conservarla. En todas las cosas importa mucho hacer caso de cosas pequeñas y menudas, porque como dice el Sabio, “el que menosprecia las cosas pequeñas, poco a poco vendrá a caer en las grandes”; pero especialmente en esta virtud es esto más necesario; porque cualquier cosa por pequeña que sea desdora mucho la castidad.

Por lo cual es menester que andemos con mucho recato, mortificando los sentidos y cortando y atajando luego el mal pensamiento, y huyendo la ocasión; porque así como la llama deja rastro de sí, donde quiera que toca, más o menos según se detiene, y si no quemó, a lo menos tiznó; así estas cosas, si no llegan a quemar, bastan para tiznar; porque despiertan en el alma imaginaciones y pensamientos contrarios a la castidad, y en el cuerpo movimientos feos y desordenados.

No se puede decir en materia de castidad “hasta aquí llegaré y no pasaré adelante”, porque cuando menos os recatéis, pasaréis a donde nunca pensasteis. Quien se echa por un resbaladero piensa llegar solamente al puesto; y el peso del cuerpo y ser la piedra tan deleznable, le hace ir adelante, aunque no tuvo tal intención al principio: así es acá, es este gran resbaladero; y el peso e inclinación de nuestra carne a eso muy grande. No permite la delicadeza de esta virtud que nos acerquemos tanto al daño, y nos pongamos en esos peligros. Es este un tesoro preciosísimo, y tenémosle depositado en un vaso terrizo, que a un tris no tenemos nada; y así es menester andar con mucha solicitud y diligencia, atajando por todas vías los pasos a todo movimiento desordenado, por donde esta pasión pueda venir a señorearse de nuestro corazón.

(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)

domingo, 22 de mayo de 2016

Nunca se alejen de Jesús. Papa Francisco en África. (V)


Y, ¿qué otra cosa les puedo decir que les pueda dar un mensaje de mi corazón a ustedes? Que nunca se alejen de Jesús. Esto quiere decir que nunca dejen de orar. «Padre, pero a veces es tan aburrido orar, uno se cansa, se duerme». Dormíte delante del Señor. Es una manera de rezar, pero quedáte ahí, delante del Señor, rezá, no dejes la oración. Si un consagrado deja la oración, el alma se seca, como esos higos ya secos, son feos, tienen una apariencia fea. El alma de una religiosa, de un religioso, de un sacerdote que no reza, es un alma fea. Perdón, pero es así. Les dejo esta pregunta: «¿Yo le quito tiempo al sueño, a la radio, a la televisión, a las revistas, para rezar, o prefiero lo otro?». Ponerse delante de Aquel que empezó la obra y que la está terminando en cada uno de ustedes. La oración...

(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)

sábado, 21 de mayo de 2016

Medios para guardar la castidad (I): La guarda de los sentidos


Para llegar a la pureza de los ángeles, es necesario trabajar con todas nuestras fuerzas, ejercitándonos en el ejercicio de todas las virtudes, y particularmente en la mortificación; porque aunque esto ha de ser don de Dios y ninguna diligencia humana baste para ello, quiere el Señor que hagamos lo que sea de nuestra parte. 

Si queremos alcanzar la perfección y pureza de la castidad, y conservarnos en ella, es menester que tengamos mucha cuenta con guardar las puertas de nuestros sentidos, y particularmente los ojos, porque por ahí entra el mal en el corazón. Los que livianamente salen a mirar por estas ventanas de los sentidos las cosas del mundo, muchas veces son llevados de los deseos de ellas. No conviene mirar lo que no es lícito desear; porque os llevarán las cosas tras sí, si las miráis, arrebatarán y robarán vuestro corazón, y cuando menos pensaréis, os hallaréis preso y cautivo.

(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)

viernes, 20 de mayo de 2016

Los estudios (II). Santo Cura de Ars (VIII)


¡Cuánto no hubo de sufrir Juan María al ver la esterilidad de sus esfuerzos! Nadie como él en la facultad deseaba el sacerdocio, y nadie parecía estar más alejado… Pero qué colmo de pena, qué desaliento, cuando “después de cinco o seis meses, los directores, pensando que no podría salir adelante, le rogaron que se retirara”.


¡Despedido aquel cuyas reliquias verán un día postrado bajo la cúpula de San Pedro de Roma al Soberano Pontífice que las perfumará de incienso! Esta fue la prueba más dura de toda su vida. Le oiremos después hablar con gusto de sus miserias y de sus contradicciones; jamás, sin embargo, hará alusión a aquella salida del seminario mayor.

“Muchos de sus condiscípulos sintieron gran pena al verle partir”. Él, en cambio, aceptó aquella sentencia con resignación y sin queja. Pasados cincuenta años uno de sus confidentes dirá que “El recuerdo de su humildad y de sus prudentes palabras al hablar con él en aquellas circunstancias, quedó profundamente grabado en mi espíritu”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

jueves, 19 de mayo de 2016

¿Qué diría San Benito? Tres monjes rebeldes (IX)


-¿Qué os ocurre, criatura?

-Creo que lo que vos llamaríais un conflicto de ideales –repuso Roberto- mirad, Padre maestro; la primera semana de mi estancia aquí, el abad pronunció una plática que penetró hasta la médula de mis huesos como un ascua encendida. Tal vez la recordéis. Fue aquella en la que al final de cada frase preguntaba: “¿Qué diría San Benito?”


El maestro asintió:

-Pues aquellas palabras me han servido de guía a través de todos los días de mi estancia en esta casa. En el trabajo, en el coro, durante la misa, en el dormitorio, en todas partes y a todas horas, en fin, me pregunto: “¿Qué diría San Benito?” Ello me ha ayudado mucho.

El maestro observaba atentamente al novicio, que prosiguió:

-Tales palabras me hicieron estudiar la Regla con mucho más ahínco del que hubiese puesto normalmente en hacerlo.

Roberto esperó un instante y prosiguió:

-Padre, aún no tengo diecisiete años. No he terminado mi noviciado. Por eso –aunque os parezca absurdo lo que diga- no tengo más remedio que deciros que a esa pregunta de “¿Qué diría San Benito?”, me respondo muchas veces “¡Qué eso no está bien!”

(Tres monjes rebeldes, P. Raymond)

miércoles, 18 de mayo de 2016

Los estudios. Santo Cura de Ars (VII)


Para Juan María los estudios constituyeron un auténtico tormento. Según propia confesión, “no podía depositar nada en su torpe cabeza”. El demonio del desaliento le inquietaba constantemente. Conocedor del peligro, para mover al cielo a compasión y obtener el auxilio necesario, recurrió a un extremo heroico. Hizo voto de peregrinar a pie –mendigando a la idea y al regreso- hasta el santuario de la Louvesc, donde se halla el sepulcro de San Francisco de Regis. La distancia pasaba de unos cien kilómetros.



Refiere el señor Pasut: “Todos sabíamos que Juan María no había cursado con regularidad sus estudios, y nadie se maravillaba de su escaso éxito. Si más tarde obró verdaderos milagros en la dirección de las almas, lo debió a su perseverante trabajo y sobre todo a las gracias de que Dios le colmó visiblemente”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

martes, 17 de mayo de 2016

Consejo de S Efrén sobre la castidad


Tres medios ayudan a guardar la pureza de la castidad: 
La templanza, el silencio y la guarda de los ojos. Y aunque se guarden las dos primeras, sino guardáis los ojos, no será firme vuestra castidad. Porque cuando los ojos se distraen y desparraman, se pierde la castidad.

lunes, 16 de mayo de 2016

domingo, 15 de mayo de 2016

Tibieza. Papa Francisco en África (IV)


Evidentemente, Jesús cuando nos elige no nos canoniza, seguimos siendo los mismos pecadores. Yo les pediría, por favor, si hay acá algún sacerdote o alguna religiosa, o algún religioso que no se sienta pecador, que levante la mano. Todos somos pecadores, yo el primero, después ustedes. Pero nos lleva adelante la ternura y el amor de Jesús. «Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará y la completará hasta el día de Jesucristo». Eso nos lleva adelante, el amor de Jesús. 


¿Ustedes se acuerdan, en el Evangelio, cuándo lloró el apóstol Santiago? ¿Se acuerda alguno, o no? ¿Y cuándo lloró el apóstol Juan? ¿Y cuándo lloró algún otro apóstol? Uno sólo nos dice el Evangelio que lloró, el que se dio cuenta que era pecador, tan pecador era que había traicionado a su Señor, y cuando se dio cuenta de eso, lloró. Después, Jesús lo hizo Papa. ¿Quién entiende a Jesús? Un misterio. Nunca dejen de llorar. Cuando a un sacerdote, a un religioso o religiosa, se le secan las lágrimas algo no funciona. Llorar por la propia infidelidad, llorar por el dolor del mundo, llorar por la gente que está descartada, por los viejitos abandonados, por los niños asesinados, por las cosas que no entendemos; llorar cuando nos preguntan, «¿por qué?». 

Ninguno de nosotros tiene todos los «porqué», todas las respuestas a los «porqué». Hay un autor ruso que se preguntaba por qué sufren los niños. Y cada vez que yo saludo a un niño con cáncer, con tumor, con una enfermedad rara – como se llaman ahora – pregunto: «¿Por qué sufre este niño?». Y yo no tengo respuesta para esto, solamente miro a Jesús en la cruz. Hay situaciones en la vida que solamente nos llevan a llorar mirando a Jesús en la cruz y esa es la única respuesta para ciertas injusticias, para ciertos dolores, para ciertas situaciones de la vida. San Pablo le decía a sus discípulos: «Acordáte de Jesucristo, acordáte de Jesucristo crucificado». Cuando un consagrado, una consagrada, un sacerdote, se olvida de Cristo crucificado, ¡pobrecito!, cayó en un pecado muy feo, un pecado que le da asco a Dios, que lo hace vomitar a Dios, el pecado de la tibieza. 

Queridos sacerdotes, hermanas y hermanos, cuiden de no caer en el pecado de la tibieza.

(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)

jueves, 12 de mayo de 2016

Sin prisas. Sacerdote para la eternidad (XIV)


Yo pido a todos los cristianos que recen mucho por nosotros los sacerdotes, para que sepamos realizar santamente el Santo Sacrificio. Les ruego que muestren un amor tan delicado por la Santa Misa, que nos empuje a los sacerdotes a celebrarla con dignidad -con elegancia- humana y sobrenatural: con limpieza en los ornamentos y en los objetos destinados al culto, con devoción, sin prisas.

¿Por qué prisa? ¿La tienen acaso los enamorados, para despedirse? Parece que se van y no se van; vuelven una y otra vez, repiten palabras corrientes como si las acabasen de descubrir... No os importe llevar los ejemplos del amor humano noble y limpio, a las cosas de Dios. Si amamos al Señor con este corazón de carne -no poseemos otro-, no habrá prisa por terminar ese encuentro, esa cita amorosa con Él.

Algunos van con calma, y no les importa prolongar hasta el cansancio lecturas, avisos, anuncios. Pero, al llegar al momento principal de la Santa Misa, el Sacrificio propiamente dicho, se precipitan, contribuyendo así a que los demás fieles no adoren con piedad a Cristo, Sacerdote y Víctima; ni aprendan después a darle gracias -con pausa, sin atropellos-, por haber querido venir de nuevo entre nosotros.

(Homilía de S. José María Escrivá de Balaguer)

miércoles, 11 de mayo de 2016

El párroco. Santo Cura de Ars (VI)


El párroco era el señor Balley, recién establecido en Ecully. Una de sus primeras ocupaciones fue procurar que se suscitasen vocaciones eclesiásticas. Tuvo en ello buen éxito y bien pronto fundó una escuela de aspirantes al sacerdocio.

Cuando Juan María tuvo noticia de la existencia de un colegio de vocaciones, sintió cómo su corazón se abría con más desahogo a la esperanza. ¿No era esta la ocasión de intentar con mayores probabilidades de triunfo un nuevo asalto en el ánimo de su padre? La madre, que no cesaba de infundirle aliento en su santa resolución, se convirtió otra vez en su abogada. Finalmente, como su hijo no deseaba otra cosa que la voluntad de Dios, Mateo Vianney fue conquistado: 

-Pues bien, ya que Juan María está tan firme en su propósito, no hay que contrariarle más.

martes, 10 de mayo de 2016

La guarda de los sentidos


Si queremos alcanzar la perfección y pureza de la castidad y conservarnos en ella, es menester que tengamos mucha cuenta con guardar la puerta de nuestros sentidos, y particularmente los ojos, porque por ahí entra el mal en nuestro corazón. 

San Gregorio da un consejo extraordinario: "No conviene mirar lo que no es lícito desear; porque os llevarán las cosas tras sí, si las miráis, arrebatarán y robarán vuestro corazón; y cuando menos lo penséis, os hallaréis preso y cautivo."

 "Hice concierto con mis ojos de no mirar mujer" (Job 31, 1). 

Solo podrá tener mirada casta y honesta el que hace concierto con sus ojos de no mirar lo que no puede desear.

lunes, 9 de mayo de 2016

Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo


"Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo:Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".


(Mt 28, 16-20)

sábado, 7 de mayo de 2016

Humillación. P. Mendizábal (XX)


María y José llegan a Belén en ese caminar pobre. Y “en Belén no hay lugar para ellos”. La preparación del corazón de la Virgen y de San José antes del Nacimiento de Jesús, llega a su momento culminante. Diríamos que, desde una consideración humana, todo les ha salido al revés. Llegan a Belén, llaman a una puerta, no les reciben; llaman a otra, no les reciben. No hay sitio para ellos, se encuentran los dos en la calle, extraños en aquella ciudad, desamparados, sin saber adónde ir. ¡Es lo supremo de la humillación!, es comprender y sentir que nadie se interesa por ellos y que a nadie le importan nada.


¡La humillación nos cuesta tanto a nosotros! Eso que decimos, el ser tratados de manera indigna de hombres. María y José se sienten así, sobre el abandono de la providencia, sobre la renuncia, la humillación, se encuentran sin salida. Ahí están como abandonados de Dios, y sin embargo son los más queridos. 

Esto hay que tenerlo muy presente, hay que comprender las humillaciones, muchas veces imaginarias, pero eso que nos parece de haber quedado a la vergüenza pública, no es señal de que Dios nos ame menos, sino que muchas veces son los caminos que nos traza el Señor en su amor, los caminos inescrutables.

(Con María, P. Mendizábal).

Id por todo el mundo y predicad el Evangelio


"Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuera bautizado, será salvo; mas el que no creyere,será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lengua; tomarán en las manos serpientes, y si bebieran cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.


Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.

Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían."

(Mc 16, 15-20)

viernes, 6 de mayo de 2016

Mi hermano en Alakanuk. P. Segundo Llorente (XVIII)


Se ve que uno no gana para sustos. Estaba yo tan tranquilo en mi casita de Alakanuk un día en febrero de 1953, cuando entra un chico con un paquete de cartas y en una de ellas vi que mi hermano Amando, el jesuita de Cuba, estaba camino de Alaska.

Cuando llegó, me dijo:

- Chico, en tus escritos tú no has dicho ni una tercera parte de lo que es esto. Porque esto es algo horripilante; algo ultraterreno; algo descomunal. Yo aquí no duraba ni un mes. ¿Cómo has podido tú aguantar eso? Hora tras hora en avión cruzando Alaska y no he visto nada: ni pájaros, ni árboles, ni agua. ¿Pero tú, que haces aquí? Y luego 40 grados bajo cero. Se juega uno la vida con solo salir de casa. Yo te digo: tú te lo has callado todo y no nos has dicho nada más que una mínima parte de la realidad.

“¿Qué haces aquí?” Me preguntaba él atónito ante lo que estaba viendo y palpando. Y luego remachaba el clavo con afirmaciones como esta:

- Esto no es para españoles, sino para norteamericanos que viven a dos pasos y, con sus aficiones a la mecánica, edifican sus casas y hacen los oficios domésticos que a ellos tanto les encantan. Nosotros caemos mejor en Hispanoamérica, donde hallamos ambiente más nuestro y donde vegetan millones de almas que están esperando el alimento espiritual con los brazos abiertos. 

Excuso decir lo animado del diálogo entre dos hermanos en estas circunstancias. Naturalmente mi hermano concedía que hay que salvar a los eskimales. Lo que ya no concedía tan fácilmente era que tuvieran que ser salvados por españoles. Yo mismo he repetido en mis cartas que Alaska debe correr por cuenta de los norteamericanos.


Mi hermano al fin concluyó que Dios tienen sus planes y sus secretos y que sin duda tienen razones divinas para llamar a cada uno a donde a Él le place; que no hay regla sin excepción; que no está la cosa en hacer mucho, sino en hacer con mucho amor lo que se hace; que él se volvería a Cuba y que yo me quedase aquí para la mayor gloria de Dios. 

Me dijo que estoy rebosando salud y vida y que aparento menos años de los que tengo, aunque las fotos digan o quieran decir otra cosa.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

jueves, 5 de mayo de 2016

Institutos Seculares (XIV)


Si esto no sucede, si os habéis distraído, o peor aún, si no conocéis este mundo contemporáneo, sino que conocéis y frecuentáis sólo el mundo que os es más cómodo o que os fascina más, entonces es urgente una conversión. La vuestra es una vocación, por su naturaleza, en salida, no sólo porque os lleva hacia el otro, sino también y sobre todo porque os exige vivir allí donde vive todo hombre.



(Audiencia del Santo Padre Francisco a los participantes en un encuentro organizado por la Conferencia Italiana de los II.SS. en mayo de 2014)

lunes, 2 de mayo de 2016

Mejor que un altar de oro


“Conseguirle a la Iglesia una vocación es mejor que obsequiarle con un altar de oro”.


(S. Juan Bosco)

domingo, 1 de mayo de 2016

Conciencia de elegidos. Papa Francisco en África (II)


Y esto nos tiene que llevar a una conciencia de elegidos: «Yo fui mirado, yo fui elegido». Me impresiona el comienzo del capítulo 16 de Ezequiel: Eras hijo de extranjeros, estabas recién nacido y tirado. Yo pasé, te limpié y te llevé conmigo (cf. vv. 6-9). Ese es el camino, esa es la obra que el Señor comenzó cuando los miró. Hay algunos que no saben para qué Dios los llama, pero sienten que Dios los llamó. Vayan tranquilos, Él les hará comprender para qué los llamó. Hay otros que quieren seguir al Señor, pero con interés, por interés. Acordémonos de la mamá de Santiago y Juan: «Señor te quiero pedir que cuando partas la torta le des la parte más grande a mis dos hijos. Uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Da la tentación de seguir a Jesús por ambición: ambición de dinero, ambición de poder. Todos podemos decir: «Cuando yo empecé a seguir a Jesús ni se me ocurrió eso». Pero a otro se le ocurrió y, poco a poco, te lo sembró en el corazón como una cizaña. En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar ni para la propia ambición, ni para las riquezas, ni para ser una persona importante en el mundo. A Jesús se lo sigue hasta el último paso de su vida terrena: la cruz. Después, Él se encarga de resucitarte, pero, hasta ahí, andá vos. Y esto se lo digo en serio, porque la Iglesia no es una empresa, no es una ONG, la Iglesia es un misterio, es el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno, que le dice: «Vení». Queda claro, el que llama es Jesús. Se entra por la puerta, no por la ventana, y se sigue el camino de Jesús.

(Papa Francisco en Nairobi. 
Viaje apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, Noviembre 2015)