Cuando el verbo divino se brindó a redimir a los hombres, se le presentaron dos caminos para conseguirlo, uno de gozo y de gloria, y el otro de penas y vituperios. Mas quien con su venida no solo quería librar a los hombres de la muerte eterna, sino también conquistarse el amor de todos los corazones humanos, rechazó la vida de gozo y de gloria y eligió la de penas y vituperios. Por lo tanto, para satisfacer por nosotros a la divina justicia y a la vez para inflamarnos en su santo amor, quiso cargar con todas nuestras deudas y, muriendo en la cruz, alcanzarnos la gracia y la vida bienaventurada: Nuestros sufrimientos Él los ha llevado, nuestros dolores los cargó sobre sí.
(Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo, S. Alfonso Mª de Ligorio)
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