La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas del Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu. Con la profesión de los consejos evangélicos, los rasgos característicos de Jesús -virgen, pobre y obediente- tienen una típica y permanente "visibilidad" en medio del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo.
(S. Juan Pablo II. Exhortación apostólica “Vita consecrata”, 1996).
No hay comentarios:
Publicar un comentario