San Buenaventura tratando de la confesión dice que se guarden todos mucho no dejen de confesar algunas cosillas vergonzosas que suelen acontecer, con decir “esto no es pecado” o a lo menos no será mortal, y los pecados veniales no estamos obligados a confesarlos; porque han entrado grandes males, y a muchos les ha sido esto principio de su perdición. Dios os libre de dar esta entrada al demonio, y de abrirle este portillo, que no ha menester más para hacer su hecho: presto, juntándose la vergüenza con la vileza de la cosa, os hará creer que no fue pecado lo que era, o a lo menos había duda si lo era, y que lo dejéis y confesor y en gente que ha sido buena, y que no suele tener pecados.
Otras veces no se calla la culpa del todo, pero se dice tan diminutamente y por tales términos y rodeos, que casi no se entiende, o a lo menos no parece tan grave, que es como si no se dijese; porque lo que se confiesa se ha de confesar claramente; de manera que el confesor entienda la gravedad del pecado: y si uno confiesa alguna cosa de manera que no parezca pecado, o de manera que no se entienda la gravedad y circunstancia necesaria, es como si del todo la dejase de confesar. Ciégales y engáñales la vergüenza, o por mejor decir la soberbia, para que no se declaren del todo.
(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)
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