“Tú no tienes que elegir ningún camino, el camino lo tiene que elegir el
Señor” (Papa Francisco).
Toda nuestra perfección está cifrada en
amar a nuestro amabilísimo Dios, según aquello de San Pablo: Tened caridad, que
es vínculo de perfección (Col., III, 14). Pero toda la perfección del amor
está fundada en conformar nuestra voluntad con la voluntad de Dios.
Por consiguiente, tanto más amará el
alma a Dios cuanto más unida esté con su divina voluntad. Verdad, es que
agradan al Señor las mortificaciones, las meditaciones, las comunicaciones, las
obras de caridad que ejercitamos con el prójimo; pero solamente cuando están
conformes con su voluntad santísima; de lo contrario, lejos de ser de su
agrado, las detesta .
El hombre que quiere obrar por propio
antojo, con independencia de Dios, comete una especie de idolatría, porque en
este caso, en vez de adorar la voluntad de Dios, adora en cierto modo la suya.
Añádase a esto que la mayor gloria que
podemos dar a Dios es cumplir en todo su santísima voluntad. Esto de buscar la
gloria de su Padre, fue lo que principalmente vino a enseñar con su ejemplo
nuestro Redentor, cuando del cielo bajó a la tierra.
(S. Alfonso Mª de Ligorio)
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